ENTRE
HOMBRES Y MUJERES por Pilar López Díaz
Hace varios días que la RAE está en los medios manifestando
su crítica y desacuerdo con las distintas y numerosas guías que, bajo el
auspicio de las feministas, se han venido publicado a lo largo de toda la
geografía española por grupos y asociaciones de mujeres, universidades,
ayuntamientos comunidades autónomas y otros organismos que aconsejan hacer
visible al 50% de la población, las mujeres.
En este artículo, voy a reflexionar sobre tres puntos: en
primer lugar señalo la gran importancia del lenguaje y me ciño a dos aspectos:
para nombrar lo que existe en la sociedad y así hacer visibles a las mujeres,
por un lado, y para construir modelos de identificación que influyan sobre las
generaciones futuras para erradicar la discriminación contra las mujeres y la
violencia de género.
En segundo lugar, trato de desactivar las declaraciones,
políticamente correctas, del supuesto compromiso de la RAE con la
igualdad y contra la discriminación sexual; y recojo comportamientos y
actuaciones que desdicen lo que afirman. También, defiendo el derecho
inalienable de las mujeres y de las feministas a tomar en sus manos sus propios
asuntos, el lenguaje, entre otros. Resumo el éxito total del papel de
vanguardia del movimiento feminista en los cambios que se han producido en la
sociedad española, y recuerdo el trabajo de las organizaciones, asociaciones y
de las expertas feministas sobre lenguaje desde hace décadas, ahora contestado
por los lingüistas.
En tercer lugar, visibilizo la que creo razón fundamental
por la que la RAE combate las guías para aconsejar un lenguaje inclusivo y no
sexista que no es otro que su progresiva implantación en la sociedad: en los
medios de comunicación, en las escuelas, en Internet y, también, en la
publicidad.
Porqué es tan importante el lenguaje
Sabemos que hay muchas lenguas en la India que todavía no
han etiquetado, es decir, no han asignado un término o una locución para
nombrar la violencia de género. ¿No existe la violencia machista en la India?
Claro que sí, pero todavía no le han puesto nombre; el poder patriarcal no ha
permitido visibilizarla, de manera que no han dejado que trascienda socialmente
el problema. Y si el problema no se nombra, nunca formará parte de los
problemas políticos a resolver porque no forma parte de la agenda mediática, y,
por tanto, no existe. Y lo que no existe, no se puede atender; y lo que no se
atiende, no se puede solucionar. Conclusión: Las mujeres maltratadas de estas
sociedades indias seguirán padeciendo la violencia de los hombres. Tan
importante es nombrarla.
Pero aquí la India queda lejos y el eurocentrismo aconsejará
no admitir el ejemplo. No importa, sabemos, que en nuestro civilizado país
hasta finales de 2004 no se atendió, como requería, el mismo problema, y por
eso se aprobó La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la
Violencia de Género. Con anterioridad, las feministas habían ido consiguiendo
que se aprobaran planes de igualdad y para la erradicación de la violencia de
género, pero la ley fue un hito y una referencia mundial; y hoy, aunque
todavía hay personas que la niegan y juristas que no la castigan, está muy mal
visto socialmente declararse a favor de los maltratadores y de la
violencia. Porque la nombramos.
Por otra parte, las psicólogas y pedagogas comprometidas con
la perspectiva de género valoran desde sus disciplinas la importancia que tiene
nombrar a las niñas y a las adolescentes, también a las mujeres, para llegar a
ser capaces de percibir su potencial y, por tanto, de enfocar su vida con
mayores grados de libertad que lo que les ofrece y nombra, hasta la saciedad,
la cultura patriarcal. Decía una autora a propósito de la influencia recibida
en la vida de la escritora Mª Teresa León, que había vivido la formación del
modelo de mujer intelectual que su tía, María Goyri, encarnaba. No nos
imaginamos la vida de una mujer intelectual sin el acceso libre a las palabras,
a los conceptos, a los libros, a la sabiduría. Y Mª Teresa León pudo acceder al
modelo porque era su tía quien lo detentaba. Necesitamos nombrar a las mujeres
que se han atrevido a introducirse en ámbitos laborales en donde desafiaron las
normas y han tenido éxito; por eso necesitamos el femenino de diputado, de
ingeniero, de astrofísico y de todas las profesiones. Necesitamos nombrar a las
científicas porque son pocas e incluso nombrándolas, como recomiendan las guías
que critica la RAE, los medios de comunicación y los libros en las escuelas
apenas las representan.
Hoy las mujeres no tienen modelos de identificación que no
sean patriarcales porque las representaciones androcéntricas las evitan y
esconden. El lenguaje sexista es tan torpe que no solo excluye los términos que
designan a las mujeres en grupos mixtos -como diputados y diputadas-,
sino que las maltrata simbólicamente, estereotipándolas en papeles de víctimas
y folclóricas, y disminuyendo sus logros en todos los ámbitos en los que están
ya presentes; ¿por qué las prácticas sexistas en los medios no informan
de las mujeres que han sabido superar experiencias de maltrato mientras que las
sobrerrepresentan en el papel de víctimas?; ¿por qué apenas hay expertas en las
noticias? Porque la mejor forma de mantener a las mujeres en situaciones de
dependencia y de sumisión es construyéndolas como víctimas y no como mujeres
capaces de dirigir autónomamente sus vidas.
La lengua es un instrumento de poder y, por tanto, un
asunto político que interesa especialmente a las mujeres
Como decía un reconocido sociólogo, no hay ningún aspecto de
la actividad humana que no esté recorrido por las desigualdades de género; y la
lengua, esa herramienta imprescindible para nombrar la realidad, no sólo no es
ninguna excepción, sino que es un arma fundamental de poder. Así que no es nada
extraño que, las feministas preocupadas desde hace mucho tiempo por la
situación de las mujeres, también queramos atender a este aspecto de la
realidad que nos afecta tan directamente. Las feministas sabemos que las
mujeres tenemos no ya la necesidad, sino la obligación, de actuar en todos los
ámbitos para hacer cambiar la sociedad patriarcal y así hemos venido actuando:
Cuando allá por 1982, en Boston, EE.UU., las feministas radicales abrieron la
primera casa de acogida para mujeres maltratadas, fueron objeto de mofa y
escarnio por sectores sociales que veían una injerencia extraña en la
iniciativa. Sin embargo, en los últimos 30 años, dicha iniciativa se demostró
totalmente pertinente de manera que, en nuestro país, son los ayuntamientos y
las comunidades autónomas quienes sufragan, al menos hasta ahora, los gastos,
con dinero público.
Y no puede ser de otra forma, las feministas son y están en
la vanguardia de los derechos de las mujeres y también lo han sido
respecto al lenguaje. En 1995 ya la Comisión Asesora sobre Lenguaje del
Instituto de la Mujer,Nombra, publicó "En femenino y en
masculino", apenas 36 páginas, con varias ediciones, que nos hicieron
reflexionar sobre el carácter sexista con que la Academia seguía recogiendo
ciertas definiciones, algunas aún hoy vigentes, como, por ejemplo, la palabra
huérfano/a: "Dicho de una persona menor de edad: A quien se le han muerto
el padre y la madre o uno de los dos, especialmente el padre".
Acaba de entrar en el debate una legión de 500 lingüistas apoyando el
Informe de la RAE y que la gramática no es sexista, y no tiene ideología. ¿No
lo es esta entrada de huérfano/a del DRAE? Porque sexismo es "la
discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro"
¿No está la RAE considerando inferior a las mujeres respecto de los hombres
cuando sigue manteniendo que un huérfano o una huérfana lo es especialmente si
es el padre el que ha fallecido? Debería haber otra forma menos cínica de
recoger la habitual falta de corresponsabilidad masculina. Este es uno de
tantos ejemplos que se pueden proponer para demostrar que la gramática española
es sexista, aunque la RAE niegue su carácter normativo (¡para qué, entonces, el
Diccionario!).
El trabajo de los miembros de la Academia no se ha
posicionado claramente a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, y, como
se puede comprobar en la práctica (hechos son amores, y no buenas
razones), no las han tenido en cuenta a lo largo de toda su historia.
Cómo pueden calificarse, si no, las declaraciones del actual director honorario
quien, con desgana paternalista afirmaba en 2009, cuando era director de la
RAE: "La Academia no quiere ser ni feminista ni machista, sino estar en
ese feliz punto medio". García de la Concha, en un asunto que tenía -y tiene-
tanta importancia social, como máximo representante de la RAE en aquel momento,
no podía ignorar el significado de ambos términos y considerarlos opuestos: si
es cierto que la RAE está a favor de igualdad, su director debe declararse
feminista porque serlo, según su Diccionario, significa exigir y defender
iguales derechos para las mujeres. Y, al mismo tiempo, declararse ferozmente
antimachista, oponiéndose, así, a actitudes prepotentes de varones que,
por el simple hecho de serlo, se creen superiores a las mujeres. O se está por
los derechos de las mujeres, o te crees superiores a ellas; no existe el
"feliz" término medio.
La práctica de esta institución machista es heredera directa
de los que les precedieron, que prohibieron entrar a las mujeres en las
universidades durante casi 800 años; hoy, en 2012, la Academia demuestra con la
elección de sus miembros, que es uno de los reductos más activos del poder
patriarcal. La RAE está constituida por 46 miembros numerarios de los cuales,
solo 5, son mujeres. Hoy, solo el 10% de los académicos son académicas y en
toda la primera parte del Informe de la RAE, "Sexismo lingüístico y
visibilidad de la mujer", se recogen varias premisas en donde quieren
demostrar que están por la igualdad y contra todo tipo de discriminación sexista.
Aquí hay algo que no casa: ¿está la Academia en contra de todo tipo de
discriminación con ese mínimo nivel de representación de mujeres? Si no
discriminan a las mujeres, dado que somos más del 50% de la población, y que
son mayoría las universitarias licenciadas con los mejores expedientes, y que
en todos los ámbitos de la sociedad hay mujeres capaces, con prestigio y
reconocimiento ¿por qué no las eligen? ¿Será porque el pensamiento de los
ideólogos de la Academia sigue siendo el de sus ancestros como cuando, para
rechazar la entrada de Emilia Pardo Bazán en la Academia le mandaron una carta
diciendo que no había "plazas para mujeres"? O, aún peor, ¿piensan
que no hay mujeres con méritos similares a los de los hombres que eligen? En
cualquier caso, con su práctica, la Academia discrimina a las mujeres.
Y no cabe eximir de responsabilidad a sus miembros: No
olvidemos que el sistema de elección es por cooptación, es decir, ellos mismos
llenan las vacantes que se producen por fallecimiento en el seno de la Academia
mediante el voto de quienes la integran (es el mismo sistema de votación que el
del Comité Central del Partido Comunista chino). Además, los cargos son
vitalicios, de manera que no están sujetos a reelección ocurra lo que
ocurra y fuere el que fuere el comportamiento de sus miembros. Cuando de hablar
de este asunto se trata, los miembros de la Academia suelen mencionar que poco
a poco se va poniendo remedio a esta escasa presencia femenina, que reconocen
mínima; pero las cifras no lo corroboran: desde el año 2000 han elegido a 18
hombres y a 4 mujeres.
¿Por qué precisamente ahora el Informe de la RAE?
La Academia no salta a la palestra para cuidar la pureza del
lenguaje porque este sea un debate "técnico" como les gusta
definirlo; lo que verdaderamente les ha movido a publicar este Informe es
querer restablecer el principio de autoridad que consideran socavado y que
niegan a quienes se han atrevido a recomendar expresiones que benefician los
cambios de la situación de las mujeres en la sociedad; es la lucha por mantener
la ideología de la supremacía masculina.
¿Por qué es ahora cuando se produce la declaración
institucional si las guías llevan ya años publicadas? Porque las
recomendaciones de las guías están tenido cada vez más influencia social;
porque sectores más amplios de la sociedad que el mundo del feminismo ya
utilizan el lenguaje inclusivo, con total naturalidad, cuando es necesario. Y,
seguramente, también la publicidad haya tenido algo que ver; desde hace varias
temporadas los grandes almacenes por antonomasia es habitual que se dirijan a
los niños y a las niñas. El departamento de marketing no puede permitirse ser
tan estúpido como para no saber que ya hay muchas niñas en las escuelas que no
se dan por aludidas cuando la maestra o el maestro se dirige a la clase solo
con el masculino genérico, niños.
En los medios de comunicación audiovisuales, pero también la
prensa e Internet, aunque no de forma generalizada, cada vez es más corriente
utilizar el desdoblamiento hombres y mujeres, niñas y niños o, no digamos,
padres y madres en las escuelas. Una anécdota que ocurrió en el programa de las
mañanas de fin de semana, en Rne, el pasado 11 de marzo, puede ser un ejemplo.
Al día siguiente de haber dedicado la tertulia al Informe de la
RAE, en donde, por cierto, no se manifestaron posiciones ultramontanas en
contra del lenguaje no sexista, incluso del desdoblamiento, ni siquiera por el
representante de la Academia, la conductora del programa, no precisamente
escorada hacia posiciones feministas habitualmente, escuchaba a un colaborador
leer el siguiente titular de una noticia: "¿Por qué los ricos viven más
años?". Cuando siguió leyendo, parece que a la periodista le asaltó la
duda y preguntó: "¿y las mujeres?". Le respondió el colaborador con
un: "Es un genérico, Pepa, no empecemos ya, ¿eh?". Ella continuó:
"Entonces di las personas ricas". Él: "¿Pero por qué tengo que
decir personas?. Ella: "Porque cuando dijiste los hombres, yo pensaba que
no entraba en esa categoría...". ¿Un poco de humor para enlazar con
la siguiente sección, "Chupa la gamba"? Pudiera ser, aunque no sería
muy extraño que, a partir de ahora, también en este programa se utilice mucho
más la palabra "persona" que se ha hecho hasta la fecha.
Y para terminar, creo que la RAE ha llegado tarde al debate
y sería un error que, reconociendo ya que determinadas expresiones lingüísticas
son sexistas, siguiera empecinada en deslegitimar irónicamente expresiones
inclusivas que, cada vez más, se están imponiendo en el lenguaje. Los tiempos
han cambiado y no se pueden poner puertas al campo, mucho más cuando ese campo
se llama Internet.
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